Música instrumental barroca. Música al servicio de la Monarquía
“Música acuática”
Preludio de la Suite nº 2
El 17 de julio de 1717 Jorge I celebró un fastuoso paseo musical por el Támesis, entre Whitehall y Chealsea, acompañado de un nutrido cortejo nobiliario y seguido por multitud de curiosos en barco y desde las riberas del río. Junto a la gabarra del rey estaba la de los músicos…., que tocaron toda clase de instrumentos; a saber, trompetas, trompas de caza, oboes , fagotes, flautas alemanas (traveseras), flautas francesas (de pico), violines y contrabajos, pero sin voces. Este concierto había sido compuesto expresamente para la ocasión por Händel. Fue tan aprobada por Su Majestad que, aunque cada ejecución duró una hora, la hizo repetir tres veces, dos antes y una después de la cena. (Friedrich Bonet, representante prusiano en Londres)
“Música para los Reales Fuegos Artificiales”
La Réjouissance (El regocijo)
En octubre de 1748 se firmó la Paz de Aquisgrán que ponía fin a la Guerra de Sucesión de Austria, en la que Gran Bretaña había participado apoyando los intereses austríacos frente al bloque franco-prusiano. Como consecuencia de todo ello Jorge II (¿recuerdas Zadok de Priest?) estaba exultante, ya que por fin había logrado que Francia reconociera la legitimidad de la dinastía Hannover. Y quiso celebrarlo con la mayor solemnidad. Para ello se organizó una gran ceremonia civil, cuya escenografía se encargó al prestigioso arquitecto Giovanni Servandoni, experto en espectáculos teatrales, que ideó una magnífica estructura al más puro estilo barroco, con toda la carga simbólico-propagandística habitual en tales casos. La “máquina”, como se denominó, de más 120 metros de largo, representaba un magnífico templo dórico. De allí surgirían, mediante un mecanismo especialmente preparado por pirotécnicos, los fuegos artificiales, mostrándose en el momento culminante una representación de Jorge II ataviado como dios griego y flanqueado por Neptuno y Marte, dioses del mar (símbolo britano por antonomasia) y la guerra, llevando la paz a Britania.
La música tenía su momento inmediatamente antes de que ciento una salvas de artillería dieran la señal para el inicio de los fuegos artificiales. Se encomendó, como no podía ser menos, a Händel. Al ensayo previo a la ceremonia se calcula que acudieron más de 12000 asistentes. Algún periódico no olvidó reseñar que la extraordinaria afluencia de carruajes y gentío bloqueó el puente de Londres durante tres horas ¡los atascos del siglo XVIII!
La ceremonia resultó menos brillante de lo esperado por la lluvia y loso fallos técnicos, que afectaron a la iluminación y a una parte de la pirotecnia. Para colmo, ardió uno de los pabellones de la Máquina y Servandoni, fuera de sí, agredió al interventor de los Fuegos Artificiales de Su Majestad para la Guerra y los Triunfos, dando con sus huesos en prisión. Demasiados incidentes como para que los relatos de los testigos se ocuparan del impacto causado por la música. Pero Händel no perdería la ocasión de presentarla de nuevo en público. Desde entonces, la pieza ha estado entre las favoritas del gran público. Fue la última obra que Händel compuso para la corte británica.
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